El Papa León XIV lanzó un clamor a ambas naciones para encontrar el camino diplomático en el conflicto que ya se cobró la vida de medio millar de civiles y militares. Estados Unidos pidió a Irán que se rinda mientras que el país islámico amenaza con «daños irreparables» a la nación judía.
Mientras tanto, aviones de combate israelíes lanzaron durante la noche del miércoles una ofensiva aérea sobre Teherán, alcanzando instalaciones clave del régimen iraní, entre ellas el cuartel general de la Policía y sitios de producción de centrifugadoras de uranio. El ataque se enmarca en una creciente escalada militar entre ambos países, con consecuencias regionales imprevisibles.
Según confirmó el ministro de Defensa, Israel Katz, las Fuerzas de Defensa de Israel (FDI) destruyeron las oficinas del organismo de seguridad interna iraní, al que calificó como “la principal herramienta de represión del régimen”. En paralelo, se reportaron ataques dirigidos a infraestructura nuclear, lo que provocó una respuesta limitada desde Irán con el lanzamiento de proyectiles hacia territorio israelí.
En respuesta a la ofensiva, el líder supremo iraní, ayatolá Ali Khamenei, rechazó rotundamente las presiones internacionales. “Irán nunca se rendirá”, declaró, en alusión directa a las exigencias del presidente estadounidense Donald Trump, quien había pedido una «rendición incondicional». Khamenei advirtió que cualquier intervención militar por parte de Estados Unidos “desencadenará una guerra total”.

Mientras tanto, Trump intensificó su discurso, ordenando el envío de refuerzos aéreos al Golfo Pérsico y declarando que busca algo “mucho más grande que un simple alto el fuego”.
Según informes de organizaciones de derechos humanos, los bombardeos israelíes han provocado al menos 585 muertes, de las cuales 239 serían civiles. Del lado israelí, las represalias iraníes dejaron al menos 24 fallecidos. En Teherán, se reporta el cierre masivo de comercios, congestión vehicular en las salidas de la ciudad y largas filas en estaciones de servicio ante el temor de nuevos ataques.
Israel defiende su ofensiva como una acción preventiva para frenar el avance del programa nuclear iraní, al que acusa de tener fines militares. Irán, por su parte, sostiene que su enriquecimiento de uranio —actualmente al 60%, cerca del umbral del 90% considerado grado armamentístico— es exclusivamente para fines pacíficos y niega cualquier intención bélica.
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