Por Redacción Nacional
En Paraguay, el consumo de bebidas alcohólicas es hasta un elemento cultural, unido a tradiciones como el Carrulim y un símbolo de socialización en asados, reuniones familiares, fiestas patronales, partidos de fútbol y hasta en funerales. Pero más allá del ja’umina, traducido en un brindis alegre y la ronda entre amigos, se esconde una realidad preocupante que afecta a miles de familias paraguayas cada año: el alcohol como detonante de tragedias viales, violencia doméstica, enfermedades crónicas y pérdida de vidas humanas.
Cifras alarmantes
Según datos del Observatorio de Seguridad Vial del Ministerio de Obras Públicas y Comunicaciones (MOPC), más del 60% de los siniestros viales fatales involucran a conductores bajo los efectos del alcohol. Muchos de estos accidentes ocurren los fines de semana, de madrugada, y afectan principalmente a jóvenes entre 18 y 35 años.
Por su parte, el Ministerio de Salud Pública informa que el alcohol figura como uno de los principales factores de riesgo en enfermedades hepáticas, trastornos mentales, accidentes domésticos y casos de violencia intrafamiliar.
Entre la «ceecita» y el volante
En Paraguay, aunque la ley establece tolerancia cero al alcohol al conducir, la fiscalización es débil. Controles esporádicos y la falta de conciencia ciudadana convierten a las calles y rutas en escenarios de muerte anunciada.

Sumado al alto consumo de alcohol, en algunos casos otros tipos de drogas y la imprudencia, al potenciarse ciertas actitudes de euforia, está el factor del uso del celular distrayendo la atención ya reducida por el trago.
Imágenes publicadas por los medios de comunicación durante coberturas en la madrugada, tienen como factor común la presencia de envases de bebidas alcohólicas en vehículos siniestrados, con cifras aún más impactantes en presonas que circulan a bordo de motocicletas.
Alcohol y violencia: una combinación letal
El alcohol también es un combustible para la violencia. Según datos del Ministerio de la Mujer, en al menos el 40% de los casos de violencia intrafamiliar, el agresor estaba bajo los efectos del alcohol. Las víctimas, en su mayoría mujeres y niños, terminan atrapadas en un círculo de agresiones donde el consumo desmedido es parte del patrón.
Por lo general, las «rondas de tragos» entre amigos no terminan mal, es decir, cada uno de su casa. Pero los números demuestran que el altísimo consumo de bebidas alcohólicas termina en enfrentamientos, asesinatos, personas heridas en grescas o incluso en las altas tasas de autoeliminaciones.

Salud pública en alerta
El sistema de salud también siente el peso del alcohol. En los hospitales públicos, las cirrosis hepáticas, pancreatitis alcohólica, gastritis crónica y accidentes por caídas relacionadas al consumo de alcohol llenan salas de urgencia. Además, muchos trastornos psiquiátricos se agravan por el abuso de bebidas alcohólicas.
En zonas rurales, donde el acceso a salud mental es escaso, muchos casos terminan en abandono, violencia o suicidio.
¿Por qué se toma tanto?
En la cultura paraguaya, el alcohol está normalizado. Frases como el «ja’umina los perros» o «pomberoicha aka’uta», forman parte de la cotidianeidad. Muchas personas, durante reuniones sociales, son presionadas a tomar alcohol y puede resultar hasta en burlas no hacerlo.
Los medios de comunicación normalizan y hasta promueven el consumo de bebidas a través de publicidades, utilizando esos elementos culturales, a los que se agregan la promesa de «pasarla bien», con modelos escasamente vestidas, paisajes paradisiacos y mucha fiesta.
Esa presión social, unida a la falta de educación sobre consumo responsable y la publicidad que muestra al alcohol como símbolo de éxito, agrava la situación.
¿Qué se puede hacer?
Organizaciones civiles y expertos en salud pública coinciden en que hacen falta políticas más firmes, campañas sostenidas de concienciación y educación desde la escuela para romper con esta cultura de tolerancia al exceso. También se exige una mayor presencia del Estado en la regulación de la venta de bebidas alcohólicas, especialmente cerca de instituciones educativas y en horarios restringidos.
Algunas entidades promueven además un aumento en el impuesto selectivo al consumo para el alcohol y la transferencia de la mayor recaudación a hospitales como el de Traumas, donde llegan en gran cantidad los protagonistas del consumo de bebidas.
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